Si te sientes culpable... ¿por algo será?
La culpa es una emoción que, en sociedades como la nuestra está muy presente en nuestro día a día. A veces puede surgir como respuesta a algo que hacemos, cuando creemos que no nos hemos comportado según lo que consideramos deseable. Otras veces puede aparecer como respuesta a nuestros pensamientos o emociones, cuando pensamos que estos no son los adecuados. Muchas personas afirman sentirse culpables de forma constante y que esta culpa suele venir acompañada de reproches y autocrítica. Esto nos puede hacer plantearnos, ¿qué función tiene esta emoción tan desagradable? ¿Por qué no puedo parar de sentirme culpable?
La culpa, como toda emoción, incluso aquellas que nos resultan más desagradables, tiene la función de actuar como una señal. En el caso de la culpa, esta nos advierte de que hemos podido hacer daño a alguien o hemos incumplido alguna norma que es importante para nosotros o nosotras. Ahora bien, como hemos visto, la culpa es una alarma, pero como toda señal, en muchas ocasiones puede estar equivocada, es decir se puede tratar de una falsa alarma. ¿Qué puede influir en que la culpa sea una falsa alarma?
Fuente: storyset. Freepik.com
Para entender cuando la culpa puede estar dándonos un aviso que no es real es importante que entendamos cómo funcionan las emociones. Las emociones son resultado no de las situaciones que vivimos, sino de nuestra interpretación de las mismas. Por ejemplo, ante un accidente de coche si pienso que soy una conductora horrible y que nos hemos chocado porque no sé manejar el volante puede que sienta culpa. En cambio, si ante ese mismo accidente pienso que la otra persona es la que no sabe conducir y es un peligro al volante, probablemente lo que sienta sea otra emoción más parecida al enfado. En consecuencia, en que me sienta culpable tiene un papel clave mis pensamientos, es decir cómo interpreto yo la situación.
En consecuencia, hay algunos tipos de pensamientos, que en psicología llamamos “distorsiones”. Podemos identificarlas porque son pensamientos que nos generan reacciones emocionales muy fuertes y nos dificulta realizar aquello que queremos hacer. Estos pensamientos desajustados pueden favorecer que esa culpa que siento sea una falsa alarma:
Pensamientos del tipo debería. En muchas ocasiones, cuando tenemos este tipo de pensamiento mantenemos reglas rígidas y exigentes sobre cómo tienen que ser las cosas; juzgando como intolerable cualquier desviación a esas normas. Por ejemplo, si creo que no debería sentir envidia, es probable que cuando esta emoción aparezca me sienta culpable por sentirla.
Personalización. Consiste en asumir la responsabilidad ante un hecho negativo cuando no hay fundamentos para hacerlo. Por ejemplo, si creo que, si mi pareja esta enfadada es porque yo he hecho algo mal, es probable que, si le noto airado, yo me sienta culpable.
En resumen, muchas veces la culpa puede ser una alarma que nos indica que hemos hecho algo mal, pero otras veces puede ser una falsa alarma. En consecuencia, sería interesante cuando nos sentimos culpables tener en cuenta qué estamos pensando, si ese pensamiento no se parece a alguna de las distorsiones que hemos comentado. En caso negativo, podemos llevar a cabo las acciones necesarias para reparar aquella ofensa o realizar los cambios que sean pertinentes. En cambio, si lo que está generando nuestra culpa son estos pensamientos no muy ajustados, quizás es necesario ponerlos en cuarentena e intentar buscar otras formas más ajustadas de interpretar lo que está ocurriendo. Si sientes que la culpa es una emoción que te paraliza y te dificulta realizar aquellas cosas que son importantes para ti también puedes consultar a un profesional que te ayude a analizar qué la está generando y cómo poder aprender a discriminar estas falsas alarmas de las alarmas verdaderas.
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